La cocina tradicional
maorí giraba en torno al hangi o umu (horno de tierra). Los tamaños de los hangi podían variar
dependiendo de lo que se estaba cocinando.
Los primeros colonos, misioneros europeos de principios del
siglo XIX se vieron obligados a cocinar al aire libre, sobre el fuego de leña,
imitando las prácticas de cocción de los siglos 17 y 18 en Europa en lugar de
usar la manera de cocinar de sus contemporáneos que ya utilizan un tipo de
cocina basada en hierro fundido, tecnología todavía no disponible en Nueva Zelanda.
Desde cocinar en ollas suspendidas sobre el fuego, los
colonos progresaron con los hornos, con ollas que tenían tapas resistentes, y
con cajas de hierro fundido con puertas en la parte superior.
En la década de 1850 el tipo de horno de hierro fundido de
Gran Bretaña y los Estados Unidos se instala en algunos hogares de Nueva Zelanda. Sin embargo este tipo de
horno estaba basado en un carbón de alta calidad y blando y, el carbón que se
encontraba en Nueva Zelanda era muy diferente y esto provocaba que los hornos
soltaran demasiado hollín y humo.
El neozelandés Henry
Shacklock diseñó en 1873 un horno de
caja ancha y poco profunda que hizo que el carbón de lignito que tenían en el
país funcionara correctamente, lo que lo convirtió en un éxito inmediatamente.
Se mantuvo la producción hasta la década de 1940. Ninguno de estos primeros
hornos tenía medidor de temperatura.
En 1860 se introducen pequeñas estufas de gas, que muchas
veces podían ser peligrosas, en 1920 junto a ellas aparecieron los primeros
hornos de gas que comenzaron a reemplazar a los existentes de carbón. Estos ya
llevaban medidores de temperatura lo que permitía una mejor precisión a la hora
de cocinar. Pero los hornos de carbón no llegaron a desaparecer del todo hasta
la introducción de los hornos eléctricos en 1960.
Cuando hablamos de la gastronomía
neozelandesa ya os hablé de un
postre que se disputaban como suyo Australia y Nueva Zelanda, el Pavlova, nombre de la bailarina rusa
Anna Pavlova. Después de una investigación detallada por parte de la
historiadora de alimentos Helen Lech, estableció que la primera receta conocida
de Pavlova apareció en Nueva Zelanda.
En 1929, The New Zealand Dairy Exporter, publicó una receta para el “Pastel Pavlova” un gran pastel de
merengue horneado. Un libro de recetas de Australia había utilizado este mismo
nombre para una gelatina de múltiples capas en 1926.
En 1953 el escritor británico Eric Linklater comentó que los
neozelandeses, al igual que los escoceses, piensan que la cocción es la mejor
parte de la cocina y pasan el día ingeniando tartas, pasteles e y exuberante
cremas esponjosas, descuidando el resto de los alimentos.
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